«Diálogo de Tigres» (O el arte de la concisión fragmentada)


"Escribir duele. Que quede claro."
(Cosas que sólo Borges entiende. Pág. 105)

La brevedad, aunque sea de Perogrullo,  es una condición esencial de un buen cuento corto; sin embargo, dicha cualidad no tendría nada de especial sino va seguida del impacto del contenido y de una estructura formal acorde con la exigencia mayor: su calidad.  Todos estos factores, entre otros, hacen de este libro un texto singular entre los de su género. La precisión, su lenguaje directo y llano, la ironía que nutre parte importante de sus páginas, el sarcasmo y un humor negro o blanco -dependiendo de las circunstancias- hacen de su lectura un bálsamo, pero también la profundidad y agudeza de sus reflexiones obligan al lector a estar atentos a lo dicho entre líneas, a lo sugerido, a lo insinuado que, en muchas ocasiones, excede la frase justa y la precisión material invadiendo un territorio que desconocemos, y al que accedemos premunidos de una actitud vigilante: en cualquier momento la narración de Lilian Elphick nos dejara mudos, sorprendidos, admirados de un desenlace que, paradójicamente, no siempre se da al final de cada cuento. 

La ilación natural de muchas de las narraciones está premunida, justamente, de una coherencia temática expansiva que establece una secuencia perfectamente definida: nada está dicho ni hecho al azar, si bien la propia conformación de aquellas obedece a una suerte de “intuición mágica,” a una advertencia encubierta que seduce y que logra insertarnos en mundos paralelos donde el mito y la leyenda, la fábula y la historia se confunden y nos dejan atónitos mirando a nuestro alrededor como si la existencia transcurriera en una multiplicidad de espejos fragmentados.  Allí luego nos reconocemos como parte de ese misterio inalterable de la vida y la muerte, de la verdad o la mentira, la frialdad o la pasión, dependiendo del momento o de sus circunstancias. 

Así entonces surgen textos notables que por sí mismos justifican este libro como Conversación en medio del agua, basado en el viejo tema del alacrán y el sapo que lo transporta de una a otra orilla, pero ahora reformulado y dando pábulo a una concentración de alternativas en espiral como parábola de lo que somos, hacemos o decimos.  O, en Escenas de la vida posmoderna, donde el fantasma que regresa a verse en el reflejo de un cuchillo se perdona la vida por amor y uno se pregunta si no es acaso el fulgor de lo que existe o apenas una sombra difusa que intenta resolver su propia ilusión de subsistir. O en El relincho de don Quijote, cuando Rocinante deja de ser caballo y transformado luego en hombre trastoca de tal modo el universo Cervantino que Alonso Quijano nos parece, repentinamente, una invención desfigurada dentro de otro artificio que se superpone como una escalera infinita donde todo es posible a la vez que interminable. Y estos son apenas tres ejemplos tomados al pasar para no desvirtuar el efecto sorpresa que emerge de la mayoría de estos cuentos.

De ahí que, basado en el mismo principio, la narración se sustente, como telón de fondo, en un reiterado  “diálogo de tigres,” (fábulas y contra fábulas) pasando por los temas de una humanidad confundida en sus apetitos animales, cansada de sus sueños de trascendencia que instalan al lector, invariablemente, en la encrucijada de creer que lo leído es parte de un sueño colectivo del que apenas puede intentar descifrar dos o tres enigmas que justifiquen este tránsito fabuloso y ordinario, mínimo y grandioso, antediluviano y moderno, sobre el que siempre se suele tropezar con la misma piedra.

Y todo ello manifestado  de un modo tan elocuente en su multifacética expresividad, que uno no puede menos que agradecer a Lilian Elphick el que nos haya reconciliado con un universo que parece succionarnos a cada instante y que, por el prodigio de sus reiterados zarpazos verbales, nos resitúa en esa otra vastedad literaria donde la metáfora o el símbolo, la poesía en suma,   cabe en pocas y lúcidas palabras.

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Diálogo de Tigres
Lilian Elphick
Mosquito Comunicaciones, 120 págs., 2011