Yo, la más subalterna de todas

El espejo cosido

Estas palabras se desnudan y se desatan después de la lectura del artículo Dime quién es más bonito, por Mario Roberto Morales, reproducido el día 5 de mayo del 2007, pero escrito en 1996, según indica el mismo autor. Once años. Y en estos once años el tema del subalterno, el otro o la otredad, y el “género” han cambiado. Género y costura, podríamos decir. Tela, hilo y aguja que la cosen. Punto cruz, punto pata de araña, simple pespunte. La piel se puede coser y bordar de mil maneras. Vaya al espejo y mírese. ¿No ve nada? Es natural: los espejos están opacos por el llamado postmodernismo neoliberal, y los conceptos de ‘imagen’ y ‘reflejo’ se han desvanecido y se han multiplicado a la vez, al más puro estilo borgiano (ya saben, los espejos son abominables…). Comienza a surgir una nueva raza de anti hombres-hombres y anti mujeres-mujeres, si se me permite esta rebuznancia. No me pregunten qué es lo que vendrá porque no lo sé. Yo soy yo y mi maldita circunstancia.

Historia antigua

Antes, mucho antes, estaban Adán y Eva aburridos en el paraíso artificial que un tal Dios les dio, donde leones y corderos eran amigos. Dios, por supuesto, continúa ostentando una imagen masculina, piel blanca, cabellos rubios y ojos azules. Su hijo, NSJ, a veces se saca el corazón de su pecho y lo muestra al mundo. Iconografía kitsch. Luego, vino Lilith a colorearle (y culebrearle) el panorama a Eva. La primera feminista o mujerista; la agente activa, no la imagen; sujeto y no objeto. Fue nombrada “Subalterna”, “bruja”, “puta”, cuando la vieron bailando desnuda en el bosque. Desde entonces, Lilith y Eva buscan el cambio. La puta y la santa están aburridas de sus roles. La esposa y la amante, la madre y la yerma, la “derechita” y la lesbiana, la tribada. Mujeres. Mujeres de todos los colores. Común denominador: vagina y tetas. Por ‘ahí’ menstruamos, copulamos y parimos. Por ‘allá’ alimentamos y seducimos. ¿Seguimos siendo la otredad? ¿Quiénes nos ‘alterizan’, sino nuestros propios hijos?

El ejercicio de la letra y pongámonos más serias

La situación de la mujer en relación con ‘el ejercicio de la letra’ (Ángel Rama) ha sido “documentadamente incómoda”, dice Adriana Valdés (Ibíd:12) [1]. La utilización de las ‘tretas del débil’ (Ludmer) u otras maniobras escriturales, por parte de las mujeres, se ejerce desde Sor Juana a Gabriela Mistral, por ejemplo. En los géneros menores (cartas, autobiografías, diarios)- dice Josefina Ludmer- “ […] se exhibe un dato fundamental: que los espacios regionales que la cultura ha extraído de lo cotidiano y personal y ha constituido como reinos separados (política, ciencia, filosofía) se constituyen en la mujer a partir precisamente de lo considerado personal y son indisociables de él. Y si lo personal, privado y cotidiano se incluyen como punto de partida y perspectiva de los otros discursos y prácticas, desaparecen como personal, privado y cotidiano: ése es uno de los resultados posibles de las tretas del débil.” (Ludmer.1985:54).

Tanto Sor Juana como la Mistral tocan el tema de estar fuera de lugar, descentradas, desde el terreno propio de las mujeres: “la cocina y la huerta doméstica”. (Valdés.13)

“Esta noción de descalce –dice Valdés- coloca las expresiones de las mujeres latinoamericanas en el marco del interés por las claves culturales que se encuentran en ‘una relación callada y lateral’ con la cultura ‘del texto’: las ubica junto a las expresiones culturales populares, amerindias o afroamericanas, cuyo acceso al texto escrito ha sido problemático, y por lo tanto, las ubica también como reservas de diferencias potencialmente creativas en lo cultural.” (Ibíd:13-14).

Vaporosas y femeninas

Con respecto a la crítica literaria hecha a escritoras el panorama es similar. “La crítica institucionalizada y patriarcal es dura, cuando no la ignora, con la creación literaria hecha por las mujeres2. Cito a Rosario Ferré: “Escribir bien, para la mujer, significa sin embargo una lucha más ardua que para el hombre. Flaubert re-escribió siete veces los capítulos de Madame Bovary, pero Virginia Woolf re-escribió catorce veces los capítulos de Las Olas”.3

La escritora chilena, María Luisa Bombal, ha sido catalogada de vaporosa, misteriosa y femenina. Dámaso Alonso, en el prólogo a su novela La última niebla afirmó: “¡Qué suerte que el oficio masculino de escribir no haya masculinizado a una escritora más!”… “Si la mujer vive para la vida afectiva del alma y el hombre para las creaciones y realizaciones del espíritu, éste es un temperamento íntegramente femenino”4. Pero, María Luisa Bombal cambió la literatura chilena de los años ’30, recreando mundos alejados del pintoresquismo y criollismo realista de la época; ella buscó una diferente manera de escribir, se instaló en otro lugar, como lo hacen actualmente las narradoras chilenas Pía Barros, Ana María del Río, Diamela Eltit, Sonia González, Carolina Rivas, Lina Meruane, etc., portadoras de un lenguaje que quiebra la tradicionalidad, sujeto a la experimentación cambiante y fragmentada, desde donde emerge lo erótico, la marginalidad y la denuncia .

A pesar de la gran contribución literaria de la Bombal, ella nunca recibió el Premio Nacional de Literatura porque su obra fue considerada exigua.

Flaco favor de encasillarnos en la histeria o en la locura. El tópico de la histérica (hyster= útero) o de la mujer impulsiva ya que su útero la domina está en ‘grandes obras’ de la literatura universal. Sin ir más lejos, Madame Bovary, Lady Chatterley. La histérica, la ninfómana, la sentimental descerebrada, está también en novelas de Vargas Llosa (sorry, Mario), Bukoswsky, Bret Easton Ellis, etc. Para qué decir el cine y otros medios audio-visuales, plagados de rubias tontas, locas seductoras, brujas o santas santísimas.

El recuento de la humillación podría ser infinito.

Raquel Olea, teórica chilena, afirma que “[…] las mujeres no podemos seguir sólo insistiendo en hablar de opresiones ni de reivindicaciones que victimizan nuestra posicionalidad social y política ofrendándola al reconocimiento de una desigualdad sin salida.”[…] “Cada escritura que proponga la legitimación de un sujeto cultural construido en la indagación de otra palabra, de otras prácticas, de otras simbolizaciones, amenaza el poder de los discursos instalados.” 5.

Cuando Rosario Castellanos dice que “no es la solución tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy/ ni apurar el arsénico de Madame Bovary…”, porque “debe haber otro modo, (…)/Otro modo de ser humano y libre./Otro modo de ser” 6 , pienso en esa búsqueda incesante, pienso en esa queja y también en la fuerza para continuar. Ella nos remite a Sor Juana, “la sola pero no solitaria”, la de una “conciencia lúcida” 7 ; a Gabriela Mistral, a Elena Poniatowska, a Cristina Peri Rossi y tantas otras mujeres escritoras cuyos textos lúcidos nos abren puertas con múltiples significados y relaciones. Y estos textos, así como todas las producciones literarias deben ser tratados con respeto, ya sea en la discusión y en el análisis, en los cuestionamientos y en las certezas.”

La letra con sangre entra. Sí. Pero sale indócil y rebelde. Repito: La letra con sangre entra, no sólo para las escrituras de mujeres. Es impensable seguir denominándolas ‘minorías subalternas’, así como a los textos producidos por nativos (as) de la tierra, sean éstos (as) negros (as), amarillos (as) o de cualquier color y con una determinada preferencia sexual.

Publicado el 10 de noviembre del 2007 en ArScientia

[1] Valdés, Adriana. Mujeres, cultura y desarrollo (Perspectivas desde América Latina.) . Serie Mujer y Desarrollo, División de Desarrollo , Unidad Mujer y Desarrollo, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Naciones Unidas, Marzo de 1991, Santiago de Chile.

2 Elphick, Lilian. Mujer Escritora: La Conciencia Lúcida. Ponencia presentada en el Congreso de Escritoras Latinoamericanas “Ser mujer, ser escritora, ser latinoamericana”, Buenos Aires, Noviembre de 2002. Extracto.

3 Ferré, Rosario . “La cocina de la escritura”, en La sartén por el mango, P.González y E. Ortega eds., (Ediciones Huracán, Puerto Rico, 1984), pág.151.

4 En Oyarzún, Kemy. Poética del desengaño. Deseo, Poder, Escritura. (Ediciones Lar, Santiago de Chile, 1989), pp. 92 y 113.

5 Olea, Raquel . Lengua Víbora : producciones de lo femenino en la escritura de mujeres chilenas. (Editorial Cuarto Propio, Santiago de Chile, 1998), pp .23-24.

6 En La sartén por el mango. P.44.

7 Paz, Octavio . Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. (Fondo de Cultura Económica , México, 1999), pp. 160-173.