Conversación con Luisa Valenzuela


De novelas, cuentos y feminismos: conversación con Luisa Valenzuela

Por Claudia André

Claudia André: ¿Cuáles han sido tus influencias femeninas? ¿Es tu madre una figura fundamental?

Luisa Valenzuela: Lo de las influencias es algo muy relativo, porque vos podés usarlas o no, pero seguramente mi madre es importante aunque después no tengo nada que ver con su literatura. Yo siempre he leído a la gente de la época y en general leo mucho. Beatriz Guido, Maria Luisa Bombal, Elvira Orpheé, Sara Gallardo entre muchas otras son influencias indirectas.

CA: ¿Te atraía más la literatura escrita por mujeres o tu lectura era indiscriminatoria?

LV: No para nada. Además, no tenía una idea formada, ni hacía diferencias en cuanto a la lectura.

CA: ¿Y de un período previo? ¿Tipo de la década del 30?

LV: Bueno, Norah Lange me gustaba mucho y Silvina Ocampo también.

CA: ¿Leés poesía?

LV: Leo menos poesía, pero sí me gusta Alejandra Pizarnik porque juega mucho con prosa y además me gusta mucho Olga Orozco, pero dentro de todo leo poco poesía.

CA: ¿ Y entre las escritoras mejicanas?

LV: Acabo de leer una obra de Margo Glantz y me gustan algunas cosas de Elena Poniatowska, especialmente sus libros testimoniales. Hay cosas de María Luisa Puga que son muy interesantes.

CA: ¿Pensás en algún tipo de lector determinado al escribir o te es indistinto?

LV: No, no tengo ese tipo de formalismos. Mi sensación de pensar en algún lector es como estar afirmando algo a medida; uno arma lo que se arma, se está tratando de hacer lo mejor posible, lo que pienso a veces es a quien no le va a gustar mi escritura, pero eso es otra historia.

CA: ¿Estás satisfecha con los trabajos críticos editados sobre tu obra ?

LV: He notado que hay más criticas mujeres que han trabajado el tema porque es cierto que las mujeres se interesan más por las cosas del género y por eso han hecho cosas más a fondo, pero hay crítica hecha por hombres que es excelente. A veces, son los escritores los que te agarran, hubo una época en Méjico cuando a muchos de ellos se les dio por hacer crítica y ellos mismos eran gente muy conocida, como por ejemplo Juan Jacobo Bajarlía.

CA: ¿Por qué las escritoras argentinas se defienden del término ‘feminismo’?

LV: Te digo porqué me defiendo yo. Me defiendo porque no quiero estar encasillada a ningún ‘ismo’ y el feminismo también tiene reglas de las cuales muchas honro y respeto - sobre todo porque estimo que han hecho una labor maravillosa - pero al adaptarte al rótulo de feminista, ya se te obligaría a hacer ciertas cosas y hay cosas que se pueden hacer y otras que no se podrían hacer o determinadas cuestiones que tenés que encarar porque sos feminista. Por eso no quiero ser nada con nada. Yo quiero ser libre... Eso me lo dijo Rodolfo Walsh cuando yo le comenté que me gustaría hacer algo con una tendencia más política y él me respondió que cuando tu ideología es clara, todo lo que hagas tiene que ver con lo que vos pensás. Por eso, mi ideología es clara y todo lo que yo hago tiene que ver con eso, pero no quiero que me pongan un sello, ni que me pongan una marca porque es ahí cuando comienza la crítica a decirte que tendrías que hacer esto o aquello.

CA: ¿No hay diferenciación aquí entre las distintas posturas feministas como en Francia o en los Estados Unidos?

LV: Bueno, yo también lucho porque se entienda la cosa de la mujer, pero creo que toda mujer hace eso. Creo que toda mujer que piensa en este momento en las postrimerías del siglo XX, está pensando que hay que encontrar el lugar de la mujer, de pelearlo y de defenderlo, pero trasciende el feminismo. Yo no escribo para ningún bando aunque voy con las feministas y me encanta estar con ellas, pero soy independiente.

CA: ¿Te parece que las escritoras mujeres contribuyen con la imagen que se hace la mujer de sí misma?

LV: No seamos optimistas porque se lee poco. Pienso que le compite tanto a las mujeres y a los hombres el cambiar un poco el discurso de la opresión, estamos hablando de oprimidos y opresores, por eso, lo necesario es cambiar esas jerarquías y de eso se trata lo que yo quiero hacer.

CA: ¿Cómo ves la evolución del discurso del cuerpo en tus obras? ¿Has pensado en eso?

LV: Sí, por supuesto, ya desde mi primera obra Hay que sonreír en el personaje que se llama Clara que es una prostituta que se cansa de trabajar con el cuerpo y decide trabajar con la cabeza; por eso, ya desde ese momento, me interesa el tema del cuerpo.

CA: ¿Y has considerado si tu perspectiva con respecto a ese tema sigue algún orden determinado?

LV: Siento que no, que es caótico, pero luego te das cuenta que sí que hay cierto tipo de continuidad, aunque cuando estoy escribiendo no, pienso que son cosas muy distintas. No me
interesa tener una continuidad necesariamente, pero hay gente que sí tiene esa mentalidad.

CA: ¿Y qué ocurre con el tema del cuerpo en nuestra literatura en la actualidad? Visto desde afuera es como que ya se hubiese dejado de lado.

LV: Porque no quieren tratarlo... Imaginate que después de tanto dolor con la cuestión de los desaparecidos o tal vez sea así, porque la conciencia se hace mucho más penosa y profunda por el sufrimiento.
¡Pero el cuerpo ya venía formando parte del discurso literario de antes de la represión seguro! Ya en Syria Polleti lo vas a encontrar o en María Luisa Bombal, aunque es chilena y también en el último libro de Margo Glantz es muy lindo, muy interesante y muy del cuerpo porque allí ella trata el masoquismo con las monjas los claustros de la época de Sor Juana.

CA: ¿Por qué parece que es a la mujer a quien le interesa más el tema?

LV: Esto es en sí azaroso... porque a veces ella es la dominadora como en el caso de mi Novela negra con argentinos. Pero en el caso de Margo Glantz, ella se vuelca sobre el tema del masoquismo a través de la problemática religiosa y sexual porque el libro es totalmente erótico y es interesante el elemento religioso porque también hay allí todo ese erotismo y entonces se trabaja ese erotismo que circula por el masoquismo y como te decía, es muy interesante.

CA: Si pensamos en la literatura escrita por las mujeres en los años 30 y la comparamos con lo que se escribe en la actualidad, entonces tenemos una marcadísima evolución dado que en aquellos años, el cuerpo se manifestaba como ausente, amortajado, silencioso.

LV: Sí, porque en esa época, el cuerpo era visto como algo pecaminoso... Fijate que aparece sin embargo mucho más en la poesía durante esos años. También sería interesante ver cómo las mujeres tratan la corporeidad del hombre...

CA: Ya las escritoras de los cincuenta tienen otro concepto de lo corporal...

LV: Pero te diría que entonces se trata más el cuerpo en relación con la maternidad y el
embarazo... Es más, eso lo trata mucho mi madre. Este un lindo tema, la mujer hablando de la mujer embarazada y sobre lo que es el embarazo, no tanto el nacimiento del hijo sino el cuerpo como proyector del sexo. Yo creo que eso correspondería tratarlo...

CA: ¿Cuál es la recepción masculina de los textos escritos por mujeres?

LV: Creo que es raro que un hombre compre un libro escrito por una mujer a menos que sean escritoras muy conocidas.

CA: ¿Considerás como se dice por ahí que la mujer argentina es más machista que el hombre y es por eso su rechazo al feminismo?

LV: ¿Más machista que el Papa? No, todo eso creo que son prejuicios sobre la mujer argentina. Eso es algo que pueden decir los hombres... Que la mujer enseña a los hijos a ser de determinada manera, aunque a veces es cierto que sea así porque lo mamó, es una tradición en este país. Pero te diría que el hombre argentino, si bien es machista, es mucho más sutil que otros pero es porque también es el más disimulado, es el más inteligente de los machistas.

CA: ¿Los hombres siguen teniendo recelo de las mujeres que escriben o ya se han superado?

LV: No, los hombres te ignoran.

CA: ¿Y las casas editoriales?

LV: En general, en las editoriales en la Argentina, se discrimina a todo el mundo, pero creo que las mujeres que venden mucho, venden mucho porque no cuestionan el orden sino que hasta te diría que lo idealizan - de una manera mucho más moderna y aparentemente osada.
Tanto la misma Isabel Allende como María Angeles Mastreta o Laura Esquivel son gente que venden a lo loco porque no han cuestionado para nada, aunque soslayadamente son evolucionadas al punto que los personajes de María Ángeles Mastreta parecerían agresivas pero no. ¿Y ves? Eso sí que me interesaría cambiar, pero no desde el feminismo puramente como cuestionando lo que falta de la mujer cambiando ese orden patriarcal sino siempre estamos ubicadas en el lugar de la apariencia.

CA: Claro, continuamos ubicándonos con el discurso al margen. Y sin embargo, a vos se te ha dicho muchas veces que escribís como un hombre.

LV: Bueno, esa es una forma de halago por parte de los críticos que son hombres. Uno tal vez lo siente como una crítica, pero eso para ellos es una ponderación. Es interesantísimo... Recuerdo que alguien me comentó que mi escritura era viril y luego me preguntó cómo es que hay mujeres escriben así y yo le respondí que bueno, lo que pasa es que las mujeres escribimos con los ovarios. Imaginate, se quedó en shock. Pero por muchos años cuando empecé a escribir y me decían que mi obra parecía escrita por un hombre, ahí pensé que me estaban ponderando y lo creí hasta que tomé conciencia.

CA: ¿Cómo se ve la figura del intelectual en la Argentina a fines de siglo ante la noción de la muerte de las ideologías?

LV: Creo que eso de la muerte de las ideologías es una construcción muy peligrosa - no porque ciertas ideologías hayan caído o se hayan transformado. Las ideologías se pueden ir transformando... Por ejemplo, el comunismo no es lo mismo que antes, pero hay que tener cuidado con eso porque se está tratando de borrar cierto sistema de pensamiento que siempre resultó amenazador. Esa ideología de cuestionar el sistema es muy importante y a pesar de todo, aquí se ve la crítica en el periodismo, aquí hay muy buen periodismo de muy alto nivel y muchos periodistas se dedican a la crítica. Pero también como los libros no se venden y no hay plata, el periodismo ha pasado a ser un medio de crítica muy importante. Hay muchas cosas que ocurren que creo que se encuentran relacionadas con el posmodernismo, aunque la versión de la realidad en la Argentina es muy limitada, estamos con la zanahoria del primer mundo. Aunque estimo que el pensamiento.

CA: ¿Notás que exista alguna relación entre los medios masivos y la literatura?

LV: Es como que se hubiera acabado la cultura, los medios masivos están cerrados a los escritores, salvo los editores literarios, pero antes te hacían reportajes en revistas populares o te invitaban a charlas en programas por televisión y eso ya se acabó. Ahora lo que interesa es otra cosa....

CA: ¿Y cuál es el estado actual de la poesía?

LV: La poesía permite un poco más porque estás totalmente fuera del juego de prestigio pero de la posibilidad de figurar en el mercado o en las editoriales. Pareciera que hay muchas más mujeres poetas que hombres. Hay muchas, muy jóvenes y muy buenas como María Negroni, Diana Bellesi, una gran cantidad de excelentísimas poetas.

CA: ¿ Será que la mujer se identifica posiblemente más con este tipo de escritura?

LV: Muchas mujeres escriben para aclarar sus pensamientos o para acceder a su lenguaje, pensá que las mujeres casi no tenemos ‘un lenguaje’ y te diría que es mucho más que una terapia, es un trabajo y es una reorganización del imaginario. Una cosa que es interesante es el tema de la narrativa propia, o sea, cómo se narra una porque en cierta forma la narrativa permite mirarse y agarrarse de otro ángulo, cambiando la terminología con la que te contás y cambia también toda tu actitud de la vida o de posición. En general, a las mujeres les cuesta poder objetivarse en otra cosa que no sea el mundo de los sentimientos y el mundo de los afectos, es difícil poder elaborarlo y poder defenderse de eso para crear otras cosas. Esa es una de las tareas más difíciles.

CA: ¿Ha cambiado en algo tu postura con respecto al lenguaje?

LV: No, en absoluto. Esas no son decisiones que uno toma sino que es una cosa que sale de adentro. Lo que decís, sale como necesitás decirlo y te diría que sí me planteo el cómo voy a decir lo que tengo que decir, pero yo ya tengo un estilo que es como un molde sobre el que armás ciertas cosas, como una especie de diagrama que es aplicable a todo; en cambio, el lenguaje, tiene que nacer junto con el tema en todo lo que querés decir y la forma de decirlo, entonces eso complica más la vida del escritor. Mirá, estuve escribiendo una novela sobre Juana Azurduy y luego no me dieron ganas de meterme en la narrativa histórica y ese trabajo

De novelas, cuentos y feminismos: conversación con Luisa Valenzuela

Claudia André, Hope College, 1997.

En la fotografía: Luisa Valenzuela y Lilian Elphick en el restaurant El Parrón. Encuentro de minificción, Santiago de Chile, agosto del 2007.