Por Lilian Fernández Hall
El sábado 28 de octubre del año pasado se presentó, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Santiago de Chile, el libro póstumo Cuadernos de Bárbara, de la poeta chilena Bárbara Délano. Es una edición de homenaje que coincide con el décimo aniversario de la trágica muerte de su autora en un accidente aéreo, el 2 de octubre de 1996, y que contiene tanto material anteriormente publicado, como una serie de textos hasta hoy inéditos. La publicación de este volumen es necesaria y bienvenida, tanto para quienes conocen y admiran la poesía de Bárbara Délano como para quienes hasta ahora no han tenido acceso a sus escasamente difundidos libros de poesía.
La vida relativamente breve de Bárbara Délano tuvo características muy especiales. La historia deslumbrante y trágica de su vida y su accidente fatal despiertan un interés y una fascinación tal en el lector que su obra poética queda, con frecuencia, relegada a un segundo plano, e inclusive a veces desaparece por completo. La figura de Bárbara es ciertamente un recuerdo imborrable para todos aquellos que tuvimos la oportunidad de conocerla. Personalmente, la visité en México, en su hermoso departamento de la Colonia Condesa, en el extremo donde comienza el Bosque de Chapultepec. Llegué allí a saludarla enviada por su padre, el escritor Poli Délano, quien por ese entonces estaba recién retornado a Chile luego de un exilio de casi diez años en México. Recuerdo a Bárbara como una mujer joven con un carisma excepcional: inteligente, abierta, generosa, bella. De una gran integridad y una enorme capacidad de trabajo. Esta misma impresión de Bárbara puede leerse en un sinfín de comentarios y anotaciones sobre su vida y su obra, entre otros en el entrañable texto del escritor Pedro Lemebel.
“La edad de los mangos”
Bárbara Délano Azócar nació en Santiago de Chile el 17 de octubre de 1961, hija de María Luisa Azócar, psicóloga y poeta, y de Poli Délano, escritor, autor de más de veinte libros y figura destacada de la vida literaria chilena. Nieta además del escritor, periodista y diplomático Luis Enrique Délano, a quien le unió un profundo afecto. Fue a su abuelo a quien Bárbara le dedicó su primer poema, a los ocho años. Éste sería publicado en el periódico La Última Hora, dando testimonio de su temprana afición a la poesía.
Bárbara creció en el barrio de Valencia, en Ñuñoa, pero pasó largas temporadas, sobre todo los veranos, en la casa familiar en el balneario de Cartagena, compartiendo con su hermana Viviana aventuras y descubrimientos de todo tipo, como lo recuerda en su poema “Verano” (“El agua es un terciopelo / que lame nuestras piernas / con suaves olas de cristal”, p. 156.1 Durante su infancia viajó mucho, acompañando a sus padres por diversos países de Europa y de África, así como distintas regiones de México. Allí termina sus estudios secundarios y se decide a retornar a su país natal para iniciar la Licenciatura en Letras Hispanoamericanas en la Universidad de Chile. Desde muy joven, Bárbara dedicó todo su tiempo a sus dos pasiones: la literatura y la política. Tempranamente ingresó en la Federación Juvenil Comunista y mostró un compromiso político muy intenso. Con el paso de los años, Bárbara se distanció de las ortodoxias y, aunque se mantuvo fiel a sus ideales, siempre estuvo alejada de cualquier dogmatismo e intolerancia.
En 1982 vuelve a México, donde cursa la carrera de Sociología en la Universidad Autónoma de México (Unam), en la cual se tituló cinco años después, obteniendo la medalla Gabino Barreda para estudiantes sobresalientes. Para esa época colabora en la revista La Brújula en el Bolsillo y en Plural, suplemento del diario El Excelsior, dirigido por el poeta argentino Jorge Boccanera. En 1988 regresa a Chile y entra a trabajar en el Centro de Estudios de la Mujer. Publica el libro de investigación Asedio sexual en el trabajo, junto con Rosalba Tadaro. Paralelamente continúa con su trabajo literario, y recibe la beca del primer taller de poesía de la Fundación Pablo Neruda. Durante muchos años oscila entre Chile y México, donde finalmente se asentaría en 1992, cuando empieza a trabajar en la Procuraduría Agraria como directora del área de Comunicación Social. En 1995 inicia una maestría en Ediciones en la Universidad de Guadalajara.
A principios de octubre de 1996, decide dar una sorpresa a sus padres y viajar a Santiago. Hace una escala en Lima, para visitar a algunos amigos queridos. Se encuentra con el poeta peruano Antonio Cisneros, viejo amigo de la familia, y, junto con algunas personas más, entre ellas Carolina Teiller, hija del poeta chileno Jorge Teiller, visitan la cevichería Canta Rana en El Barranco. Allí, alguien le cuenta que hacía dos siglos, el escritor Herman Melville había grabado su nombre en uno de los mesones de madera de un bar de El Callao. Bárbara no puede resistir la tentación y, con un cuchillo, graba también el suyo. Al día siguiente, el poeta Cisneros la despide en el aeropuerto de Lima. Allí, Bárbara aborda el fatídico Boeing 757-200 de Aero Perú, que se estrellaría en el Océano Pacífico a poco de salir de Lima, dejando un saldo de 70 víctimas. El cuerpo de Bárbara nunca se recuperó.
En el recuerdo de todos los que la conocieron, queda la imagen de Bárbara detenida en esa edad magnífica de su último viaje. Como ella misma lo diría:
Tengo la edad de los mangos
amontonados en las escaleras
con sus jugosas texturas amarillas
(...)
Tengo mañanas amontonadas en hileras luminosas
despertares húmedos y nocturnos
por cáñamos rojizos
(...)
Tengo la edad que se hace con la piedra y el barro
la edad del eclipse
de sueños como grandes limoneros
como el olor dulzón pesado de la marihuana (p. 125)
“Las líneas están trazadas”
Por haber nacido en una familia de artistas, escritores e intelectuales, Bárbara Délano estuvo desde temprano en contacto con la literatura y las artes. Su abuelo Luis Enrique, escritor, periodista, embajador, pero también “pintor de domingo”, como él mismo solía llamarse, la retrató junto a su hermana Viviana en un muro de su casa de Cartagena. A Bárbara se la veía, cuenta su padre, nadando en el fondo del mar, rodeada de pulpos, peces y estrellas de mar. Tenía una copa de vino en su mano, con la cual brindaba por su abuelo. Como un extraño designio para quien acabaría también, como reina en el recuerdo de todos, en el fondo del océano.2
Para el año 1976, la joven Bárbara, de apenas 15 años, entra en contacto con los entonces prácticamente desconocidos poetas Roberto Bolaño y Mario Santiago, quienes por esa época estaban formando el grupo de poetas infrarrealistas, a cuyas reuniones Bárbara comenzó a concurrir.3 Bolaño, también chileno afincado entonces en México, se había acercado a Poli Délano, a quien admiraba pero a quien no podía dejar de provocar constantemente. Bolaño ya había publicado dos libros de poesía y por ese entonces era reportero de la revista Plural.
Como poeta, Bárbara surge en la antología Poesía en el camino (1977), una compilación hecha por la Unión de Escritores Jóvenes, en la que figuraban poetas entonces nuevos. Entre ellos aparecen, además de Bárbara: Armando Rubio, Erick Pohlhammer, Antonio Gil y otros. Posteriormente, publicó México-Santiago (1979), edición artesanal realizada en conjunto con el pintor mexicano Marcos Limenes. Le sigue El rumor de la niebla (1984), edición bilingüe, editada en Canadá. Bárbara Délano es incluida también en una serie de antologías: Entre la lluvia y el arco iris (1983), antología de poesía joven compilada por Soledad Bianchi; Antología de la nueva poesía chilena (1985), edición de Juan Villegas; Veinticinco años de poesía chilena (1975-1990), realizada por Teresa Calderón, Lila Calderón y Tomás Harris, y la Antología del poema breve en Chile (1998), selección de Floridor Pérez. Luego de su trágica muerte, se encontró entre sus papeles el manuscrito del libro Playas de fuego, que sería luego publicado por su madre, María Luisa Azócar, con la ayuda de Teresa Calderón y María Luz Moraga.
“La más fiera de su calaña”
Llegamos finalmente al 2006, décimo aniversario de la muerte de Bárbara, año en el cual la Editorial Galinost publica el volumen Cuadernos de Bárbara. Con esta edición, Galinost lleva a cabo la singular tarea de contar entre sus escritores a tres generaciones de una misma familia: tanto Luis Enrique como Poli, y ahora Bárbara, figuran en sus catálogos. La edición estuvo planeada y cuidada por los padres de Bárbara —sobre todo por su madre, María Luisa, que revisó y supervisó el material de su hija. Según declaraciones de Poli Délano,4 inicialmente se había planeado que contuviera también cartas y comentarios sobre la obra de Bárbara, realizados por críticos o amigos de la joven.
Lamentablemente no acompaña el volumen ninguna introducción (sí un bello, pero poco clarificador, prólogo del maestro Gonzalo Rojas) que aclare el criterio con el que se trabajó la obra de Bárbara. ¿Es el poemario que abre el volumen, titulado Baño de mujeres, material inédito, o forma parte de México-Santiago? ¿Por qué la diferencia en la tipografía de los poemas (algunos en cursiva, otros en mayúsculas)? ¿Por qué no están fechados todos los poemarios? Esto sería interesante para quienes no han tenido acceso a todos los libros anteriores de la poeta santiaguina.
La colección que inicia el libro se denomina Baño de mujeres y es un poemario muy sólido, de tono rabioso y provocativo. El yo poético se pluraliza y se convierte en un “nosotras”, representativo de la mujer latinoamericana, desde siempre objeto de abusos (“expuestas las cavidades al crimen”, p. 23), injurias, deseos ajenos y falta de respeto: “culpable nacida de costilla para servir” (p. 19). Estos poemas transmiten una ira contenida, un deseo de reivindicación y hasta de revancha (“todos los días el día de mi venganza” p.19). El uso de las mayúsculas en los poemas pareciera representar la intensidad de la voz poética: poesía del grito más que del susurro. Este poemario es un ejemplo cabal del intenso pathos que la mujer, profesional y poeta Bárbara Délano usó como combustible para su vida y su obra. Poesía violenta, sin concesiones, deliberadamente chocante en ocasiones, casi desesperada:
QUEMADA RAJADA HIRSUTA
LLENADA DE SEMENES SIN MADRE NI PADRE
CORRIDA DE MANO HASTIADA FÉTIDA
ME LAVO EL HUMO DE LOS CIGARROS AJENOS (p.19)
El tono de Baño de mujeres está lejos de la poesía posterior de Bárbara, de tono más íntimo y melancólico. Probablemente es una obra de juventud, que refleja la frustración de ser mujer en Latinoamérica y ser parte de “nosotras las que fuimos violadas” (p. 23). La condición femenina se define por su condición de desamparo:
MÍRANOS SEÑOR TODA LA DESNUDEZ
TODO EL DESAMPARO LA INCREDULIDAD (p.24)
LAS DESCREÍDAS SOMOS EN ESTE PARAJE
LAS BURLADAS
ESCARNIO HICIERON DE NUESTROS CUERPOS
Y DE NUESTROS SUEÑOS TAMBIÉN (p. 26)
Si bien al parecer son éstos los textos de una poeta joven, muestran una madurez sorprendente en la elección del tono y la atmósfera, que se ajustan perfectamente al tema tratado.
La colección que le sigue se denomina El rumor de la niebla y está fechada en 1984. Incluye tres secciones, todas de diferentes registros. Da la impresión de ser una búsqueda de la voz poética. No tiene una unidad de tono como el volumen anterior, pero muestra, a su favor, una mayor variedad de temas y niveles. Ya en El rumor de la niebla encontramos una característica de la poesía de Bárbara que se hará más y más presente y cada vez más desconcertante: una poesía profética, cargada de vaticinios y presagios. El tono es aquí más personal e íntimo: la rabia se ha transformado en melancolía y tristeza. La rabia por el destino colectivo de la mujer que la poeta expresaba en Baño de mujeres, se convierte ahora en una especie de desilusión por el destino estrictamente personal:
Ya no espero nada
Todo ha pasado por un caleidoscopio antiguo
en una terrible secuencia que se desmenuza
La lluvia el dolor lo mismo (p. 44)
La sección “Lucubraciones sobre un álbum de familia” es la parte más enigmática y más atrayente. Figuras y situaciones singulares que parecen salidas del universo de los sueños:
Yo soy el hombre con cabeza de toro
y patas de toro
Tengo los ojos amarillos
como todos los que estuvimos el día de
muertos
Desde entonces duermo recostado
sobre las juncias (p. 51)
En “Vidrio púrpura”, en la tercera sección denominada “El Viaje”, aparece el interés de Bárbara por los espacios exóticos, que reaparecerán más adelante en su poesía, y que le darán, en determinadas oportunidades, un carácter más narrativo, aunque la de Bárbara fue, en gran medida, una poesía de reflexión, profundidad e intenso lirismo.
“Rabiosa espuma platinada”
Así llegamos a Playas de fuego, el primer libro póstumo de Bárbara Délano. Textos que dan un vistazo hacia el pasado e inauguran esa atmósfera de tristeza que se encontrará en muchos de los poemas de esta colección y de las siguientes. En Playas de fuego retornan varios espacios míticos que la autora que había utilizado anteriormente: el jardín, el patio, la casa, la nieve:
Entonces sólo tendremos el recuerdo de la tarde
en que nos amamos bajo la nieve en un Jardín que
existe para siempre (p. 92)
Porque ése era el Jardín nevado
el pedazo de tierra para dormir bajo las fragantes nubes
sin buscar nada sin desear nada (p.77)
Estábamos sentados en el Jardín
Caía nieve sobre los duraznos desnudos (p. 91)
Estos espacios están ligados a un tiempo pasado, imposible de recobrar, y dan origen a una atmósfera de melancolía y a un tono de desencanto que predominará en la posterior poesía de Bárbara Délano.
El poema de la página 99, que comienza “Y cayó y tuvimos que marchar...” es un texto de gran calidad, que pinta el sentimiento de vacío y soledad que la “generación perdida” de chilenos, como la llama la autora, experimenta luego de tantos años de represión, redadas militares, desaparecidos y miedos. La dictadura arrasó con todo, desaparecieron todos los puntos de referencia: el hogar, la familia, el futuro:
Nos habían dejado sin casa sin sueños
sin escuela y nuestros padres se fueron
y los vecinos se arrinconaron en sus cocinas
y cuando llegaron a preguntarles dieron nombres
y entonces fueron a nuestras casas
Muchas veces entraron con sus mascarillas
se sentaron en la sala a hacer preguntas
revisaron la alacena y los cajones
dejaron todo desparramado
Dijeron que era rutina
La rutina duró años
Y tuvimos que cambiar de nombre
dar claves telefónicas a los amigos
juntarnos en las esquinas oscuras
(...)
Éramos cuatro gatos y queríamos vivir
La generación perdida nos llamaron
y fuimos carne de cañón (p. 99)
El desencanto y el sentimiento de derrota estará presente en varios poemas de la autora, que a través de su elaboración poética los transforma en algo positivo; en una melancolía que, si bien es ausencia de entusiasmo, es quizás lo más parecido a la armonía, a un cierto equilibrio interior:
Al principio creíamos que alguien nos oiría
que alguien vendría a buscarnos
Sólo nos buscó la muerte
la enfermedad el éxodo
A veces íbamos al mar y comíamos almejas
en algún boliche barato del puerto
Dejábamos que el sol pegara sobre nuestras piernas
y al salir escribíamos sobre las paredes
frases heroicas que he olvidado
para después correr y perdernos en las callejuelas
para volver a sentirnos tristes
porque es la tristeza la que salva
la rotunda melancolía de no saber
de no tener destino (p. 100)
Es también en Playas de fuego que el tema de la profecía aparece cada vez más claramente delineado. En las siguientes líneas parece Bárbara describir lo que años después será su propio destino trágico:
Entonces vi el avión atravesando el cielo
la nieve blanca se extendía abajo
y el sol era más grande que nunca
como en los dibujos de los niños lo vi
Tómame la mano pecosa dije
para que no sintiéramos
Pero sentíamos de todas maneras
el carraspear de las bobinas y las alas
las magníficas alas también se caían
y se estrellaban contra el suelo
Tómame la mano le dije a mi hermana
basta ya de esta chingadera
(...)
Ya no recuerdo me desmayé
Veía como bajo el agua
(...)
ahí mismo quedó su cremallera reventada contra
las ventanas del avión
las ventanas del avión que dejaban pasar el azul del cielo (p. 97-98)
Durante la presentación del libro de Bárbara en Santiago de Chile, el poeta peruano Antonio Cisneros, que fue quien la despidió antes de su último viaje, marcó claramente una línea en la poesía de Bárbara Délano, en la cual puede rastrearse una especie de premonición o de presagio, una suerte de imagen inconsciente que Bárbara tenía y expresaba en su poesía. Esta es la imagen de un final abrupto, de catástrofe aérea. Varios poemas retoman este tema.
Sigue luego La otra orilla, textos póstumos nunca publicados hasta el momento. De nuevo aparecen los textos escritos en mayúsculas. Parece ser una breve serie de fragmentos, sin título. Quizás serían ideas, gérmenes de poemas que, probablemente, crecerían. Lamentablemente no los acompaña ningún texto aclaratorio de los compiladores, que hubiera facilitado la ubicación de los textos en el contexto de la obra de la autora.
El texto que más llama la atención se ubica bajo el tema de la profecía del que Antonio Cisneros hablaba:
ENTONCES OÍ LA AVALANCHA DE PECES ENCENDIDOS
RABIOSA ESPUMA PLATINADA
CIEGOS DE FUEGO LLUVIA ALGAS
UNA VOZ ESPESA
LOS MIEMBROS ACOMETIDOS POR LA FURIA
FLOTABAN LOS PECES
EL PETRÓLEO (p.111)
"Fui diosa fui reina"
Y llegamos así a la última parte del volumen, denominada curiosamente Fragmentos. Es también material inédito, pero el título confunde, ya que son textos mucho más completos que los presentados en La otra orilla. Varios de los temas anteriores de Bárbara se desarrollan en estos excelentes poemas, entre ellos el de la infancia perdida (simbolizada anteriormente en el cuerpo sin vida de una niña: “sólo veo en el patio jugando a una niña muerta”, p. 82). Aquí retoma Bárbara también el tema de los espacios simbólicos, como el patio y la casa abandonada:
El patio está sucio
las hojas se han ido amontonando
sobre el cadáver de mi perro
sobre el cadáver de mi infancia
El patio está solo
No sé de dónde vino tanta muerte
tanto dolor agolpado en los rincones
(...)
La casa está llena de fantasmas
(...)
No sé de quién son estas cosas
no distingo entre la muerte y la distancia
Tengo la respiración agitada
hay un ruido de pájaros afuera
cerca de los bambúes
lápidas
en el patio cementerio
Todo yace oscuro ido (p. 123)
La casa funciona aquí, como tradicionalmente lo ha hecho en la literatura, como símbolo tanto de uno mismo como del país. Luego del golpe de estado en Chile, y la persecución que le siguió (que Bárbara sufrió muy cerca), las casas en su poesía están siempre deshabitadas, vacías, semiderruidas:
A veces no comprendo bien lo que pasó
alguien se fue
se escuchó un grito en la noche
todo ardía en un Santiago oscuro
Desde entonces nunca volví a esa casa
nunca volvimos
Dicen que las plantas se secaron
que está vacía
que allí no vive nadie
Hubo quienes no volvieron más
que se los llevó la noche
dicen
Chile no anduvo de rodillas
se arrastró con los tobillos
entonces aprendimos a bordar bajo el sordo estruendo
Silencio (p. 144)
Sin embargo, a pesar de esta carga de vacío y pérdida que la casa simboliza, está siempre presente en el poema el tema del regreso. Regresar a casa es regresar a ese espacio mítico de la memoria: la casa del jardín de los damascos, el patio donde colgaban los recuerdos, los sueños, las obsesiones de la poeta. Algunas de las mejores y más maduras poesías de Bárbara Délano se encuentran en esta sección. La influencia vallejiana se deja ver en esas atmósferas de tristeza y melancolía, de tardes de lluvia viendo un paisaje desolador por la ventana. Bárbara es autora de una poesía altamente lírica, rica en imágenes sugerentes, con una capacidad única para crear atmósferas, sensaciones, paisajes del alma:
una lengua de corriente me lamió la espalda
(...)
acaso el silencio
sepa dónde habita esa
voz que no se quiebra
que nutre nuestros cuerpos
como miel
acaso la muerte lo sepa (146)
La colección denominada Fragmentos carece de unidad estructural, no son un corpus acabado, puesto que la autora probablemente continuaría el trabajo. Como piezas sueltas son, sin embargo, de un valor único, y nos dejan entrever la calidad poética de la autora. Sobresale en el conjunto, el poema “Humberstone”, donde la poeta relata las impresiones de una visita a las oficinas salitreras del mismo nombre.5 El paisaje semidesierto de Humberstone es, de alguna manera, ese paisaje desolado de la poesía madura de Bárbara. El recuerdo de un tiempo que pasó. Sin embargo, allí encuentra la poeta la paz, la armonía, o una especie de nirvana en la ausencia de deseo:
Yo pensaba que nada vale la pena
Sólo caminar por Humberstone
en las tardes felices
y sentarse en la butaca del teatro vacío
sin esperar función alguna
Sin desear nada.
(...)
Recuerdo y pienso
que no vale la pena vivir
sin ir a Humberstone
sin que un amigo invisible te acompañe
y te tiendas sobre el polvo
a dejar morir la tarde (p. 154)
Bárbara Délano tenía una capacidad excepcional para expresar sugestiones y emociones. La atmósfera de Humberstone coincide exactamente con el estado de ánimo de la poeta.
Otros dos poemas se destacan en esta colección de “Fragmentos”: uno es el poema “Verano”, dedicado a su hermana Viviana, y el otro es “Margarita la Tiburonera”, dedicado a su abuelo (“a Luis Enrique Délano, capitán de altura”). Este es también el poema que cierra Cuadernos de Bárbara. “Margarita la Tiburonera” se sitúa entre los textos de la autora que tocan el tema de las historias de navíos, puertos lejanos y capitanes extraordinarios. En él está presente también el tema de la profecía, una especie de vaticinio de los que será su suerte futura, el naufragio y la aventura de vivir.
La oscuridad del agua me penetró
sólo los peces relumbraban en la oscuridad (p. 167)
La brújula señalaba el Destino y
el peligro crecía en medio de la noche
¿Zarparemos?
(...)
Oh mar encendido
Olas llameantes y tantos deseos de no morir
Oigo tu voz susurrándole a los dioses
(...)
¿Dónde está la otra orilla?
¡Oh dulce capitán!
¡No llegaremos nunca a puerto!
Bajo la noche respiramos como niños
Esta aventura es incomparable (p. 169)
La publicación de Cuadernos de Bárbara es una muestra de valentía y de madurez de parte de la Editorial Galinost. La obra algo dispersa y difícil de conseguir de Bárbara Délano se hace accesible a través de esta edición muy cuidada y de gran valor como objeto estético. Una edición necesaria para que la labor de esta joven poeta chilena perdure y se difunda cada vez más.
El paso por la vida de Bárbara Délano fue corto e intenso. Queda un nombre grabado en una mesa en Lima (acompañado ahora por un retrato de la bella poeta) y la memoria de mucha gente que conoció a Bárbara. Pero quizás la mejor imagen de esta joven mujer quede escrita por ella misma. Dice:
He danzado al pie de los ídolos
He bebido y comido todos los frutos de la tierra
He subido montes nevados y pisado las arenas ardientes
Una mañana me asomé desde lo más alto de las Torres Gemelas
y sentí satisfacción
He sido pobre y rica
ataviada por finas coronas de hierbas
Odié y amé en la lujuria y el reposo
En los festines fui bataclana
y en la soledad me recogía
Conocí campos y ciudades preparé platillos deliciosos
y disfruté el sencillo pan que me ofrecieron
(...)
Fui diosa fui reina
No en vano somos nada mis amigos muertos y yo
Por ellos me he tendido aquí
para abrazarlos amorosamente
como lame el mar a lo lejos la orilla (p. 79-81)
Notas
- Délano, Bárbara. Cuadernos de Bárbara. Santiago de Chile, Galinost, 2006. En las citas posteriores, se apuntará solamente el número de página, que refiere directamente a esta edición.
- Ver entrevista de Mario Rodríguez Ordenes a Poli Délano: “Quiero seguir escribiendo con la pasión de siempre”.
- Francisco Véjar, en: “La fugaz estrella de Bárbara”. Revista de Libros de El Mercurio, sábado 3 de enero de 2004.
También: Alejandra Costamanga, en: “La flojera y la memoria. Entrevista a Poli Délano”, en La Nación. - Entrevista de Mario Rodríguez Ordenes a Poli Délano, op. cit.
- Estas oficinas fueron establecidas en 1872 por la Peruvian Nitrate Company, con el nombre de La Palma. Pasó luego por diferentes dueños hasta que fue adquirida por la Compañía Salitrera de Tarapacá y Antofagasta (Cosatan), siendo sometida a una reestructuración en el año 1934, y rebautizada con su actual nombre, en homenaje a Santiago Humberstone, el “padre del salitre”. Ese año se construyó el campamento y posteriormente la iglesia, el mercado, el hotel, el teatro, el hospital, la escuela, la piscina y las casas para los jefes, empleados y obreros. Las oficinas salitreras de Humberstone cerraron definitivamente sus puertas en febrero de 1960. El 17 de enero del 2002, Humberstone, junto a la oficina salitrera Santa Laura, fue adquirida por la Corporación del Museo del Salitre, entidad que pretende instituir en ambos lugares un museo abierto, destinado al recuerdo y la preservación de los vestigios del pasado salitrero del país. En el año 2005, Humberstone fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.