"Solitario de amor" y el tercer género


Por Teresa Giménez

La narrativa de Cristina Peri Rossi mantiene un sostenido esfuerzo por combatir el discurso autoritario y represivo a nivel político, social, de género y de identidad sexual. A nivel de género su escritura rechaza la desigualdad de las relaciones basadas en la superioridad de lo masculino y la inferioridad de lo femenino. En Solitario de amor (1998) el patrón de dominación masculina se subvierte mediante Aída, una mujer que rompe todas las reglas del rol femenino perpetuado en la tradición del lector. Aída es una mujer excesiva y emancipada, que se niega a ser el sueño de nadie y se constituye su propia fantasía. En este ensayo analizo cómo la reversión de roles tradicionales y sus conductas concomitantes en Solitario de amor se relacionan con la transgresión visual de los retratos femeninos de Tamara de Lempicka.

Peri Rossi subvierte la ideología masculina o construcción cultural que establece relaciones desiguales partiendo de “la superioridad de lo masculino y la subordinación, devaluación e inferiorización de lo femenino” (Ramírez 44). El fundamento de esta ideología no es biológico “-a pesar de tener como base las diferencias biológicas- sino construido, diseñado, acordado y sostenido por un sistema de creencias, adscripciones y expectativas” (Ramírez 39). Consecuentemente, la construcción cultural del género impone unos patrones estereotipados contra los que Peri Rossi abiertamente se rebela: “Therefore I rebel against traditional roles both in my personal life and in my writing, which means that I have to break away from the conditioning of society which sets definite and predetermined ways both for men and women” (Hughes 273-74). La autora censura la dominación masculina y resiente que su sistema desigual se haya perpetuado. La tradición patriarcal del erotismo tiene siempre como objeto a la mujer, por lo que, según Peri Rossi, las mujeres sólo existen como fantasía de los hombres:

No hay una tradición de erotismo que tenga como objeto al hombre. Lo universal sigue siendo varón, europeo y blanco, quiere decir que las mujeres en último término o son fantasías de los hombres o no existen todavía. Y las mujeres rebeldes son aquellas que no quieren ser la fantasía de nadie, que quieren ser su propia fantasía. Y como la literatura la han hecho los hombres, nos encontramos frente a un universo de fantasías masculinas. Esa es la tradición del lector. (San Román 1047)

La literatura de asunto amoroso ha institucionalizado unos patrones de conducta estereotipados enmarcados en torno al rol activo del hombre y el pasivo de la mujer. Sharon Magnarelli generaliza la dinámica de estos roles a partir de María, la novela romántica más leída en Latinoamérica. (1) Según Magnarelli, la superioridad del hombre en este tipo de novelas lo coloca en un rango físico e intelectual por encima de la mujer, y su rol gira en torno a la actividad: el hombre viaja, caza y se mueve en el ámbito público de los negocios. La mujer, por el contrario, es intelectualmente inferior y débil, por lo que aguarda pasivamente en el hogar. (2)

Solitario de amor es una novela de asunto amoroso pero revierte esta tradición. Narrada en primera persona y desde la voz lírica de un innominado narrador masculino, gira en torno a un amor imposible. El narrador anhela desesperadamente la unión amorosa con Aída, el objeto de su deseo pero ella, mujer imposeíble, se muestra fría, distante y al final de la novela, lo rechaza. La relación es asimétrica y presenta una figura masculina y femenina atípicas en la que ella asume la fortaleza, la autodeterminación y la independencia del hombre mientras que él se sumerge en el rol del débil. Esta inversión, como subraya Consuelo Arias, revierte el imperativo heterosexual en el que la mujer se desgasta amando obsesivamente al hombre y éste, al revés de la mujer, se nutre de la pérdida:

By engaging in this modality of writing, Peri Rossi not only explodes the boundaries of representing the feminine, but she also reconfigures the positionalities of lover and beloved, inverting the traditional heterosexual imperative in which the woman experiences a loss of self in the structure of obsessive love and the man is nurtured by that which she loses. (192)

La desigualdad abismal de la relación y la ruptura con el modelo tradicional promueve el diálogo entre los estudios críticos de la novela. Varios de ellos afirman una inversión del género, o de los roles tradicionales, pero vinculan la voz masculina del narrador con la identidad sexual de Cristina Peri Rossi, declarada abiertamente lesbiana. (3) Mi interés en cambio se centra en la representación de Aída, prescindiendo de la identidad sexual de la autora o de la cuestionada identidad del narrador. Coincido con Peri Rossi en que la pasión amorosa y obsesiva de la novela no depende del sexo “de quienes la gozan” (Judith Williamsom 79). No obstante, la realidad es que Peri Rossi encauza la pasión amorosa en la construcción de un hombre y de una mujer insólitos. Especialmente interesa la de Aída por su parecido con los retratos femeninos de Tamara de Lempicka, una pintora polaca muy presente en la novela a nivel explícito e inspiracional. La artista aparece citada textualmente en la novela en relación con el gusto de Aída por sus retratos femeninos y porque posee unas reproducciones de su obra artística:

Compro, para Aída, que no está, una serie de láminas con reproducciones de Tamara de Lempicka. Sé que ama esos cuerpos musculosos y fríos, esos vestidos negros de corte fascista, esa belleza un poco sádica, por imposeíble. Tamara de Lempicka pinta siempre lo mismo: la belleza marmórea de cuerpos sin alma, de estructuras óseas casi opulentas pero autistas. Con el libro de Lempicka bajo el brazo, envuelto en un papel negro con flores rojas, voy al bar del Vips. (78-79)

Seguir leyendo


***

Imagen: Andrómeda, de Tamara de Lempicka.