Por Carmen Perilli
Escribo.
Escribo que escribo.
Mentalmente me veo escribir que escribo
y también puedo verme ver que escribo.
Me recuerdo escribiéndome
y también viéndome que escribía...
El grafógrafo, Salvador Elizondo.
Escribir es un encantamiento. Sobre todo cuando tengo la revelación, cuando sé cómo nombrarla.
Apariciones, Margo Glantz.
Margo Glantz apuesta a una literatura que, en curiosas ficciones, trabaja continuidades y fracturas con una mirada descentrada que busca poner en diálogo tradiciones desde un espacio de mujer. El imaginario literario y cultural de la nación moderna mexicana destacó, a lo largo del siglo XX, la virilidad como factor determinante. Glantz construye un lugar de mujer donde el cuerpo femenino hace bulto, se niega a ser transparente. La ficción histórica y el gesto genealógico le permiten inscribir narrativas distintas. En su obra se reconoce la presencia magistral de figuras como Alfonso Reyes. Invención y erudición sustentan densos itinerarios que no eluden la historia al armar la arqueología de un imaginario, que explora restos escriturarios y los usa como material creativo, insertándolos en nuevos sistemas significativos. Margo Glantz sostiene una fuerte relación con las instituciones centrales de la cultura mexicana: la Universidad Autónoma de México, la Academia Mexicana de la Lengua y el claustro de Sor Juana Inés de la Cruz. Su actuación dentro del campo intelectual ha recibido un amplio reconocimiento debido a su tarea filológica y crítica, en la que, de modo magistral y a veces discutido, ha definido momentos de la historia literaria. Podemos adscribirla a lo que, en su análisis de la narrativa mexicana, denominó literatura de la “escritura” por oposición a la literatura de la onda en una particular versión de la antigua polémica entre artepurismo y realismo.
Glantz suma el conocimiento de la tradición clásica occidental y su trabajo con la tradición novohispana a una formación en las escuelas teóricas francesas de la segunda mitad de siglo. Trabaja con los fantasmas de la cultura nacional y plantea su propia “nación intelectual” otorgando un gran peso a la experiencia cultural y a la memoria literaria, al mismo tiempo que a una política de género. Apariciones, uno de los libros más frecuentados por la crítica, la consagra como escritora erótica, en contraste con su imagen académica (1). Su elaboración refiere a una generación que empezó a escribir a finales de los años 50 donde encontramos nombres como Sergio Pitol, Salvador Elizondo, Inés Arredondo, de alguna manera también Carlos Fuentes (2).
Glantz suma el conocimiento de la tradición clásica occidental y su trabajo con la tradición novohispana a una formación en las escuelas teóricas francesas de la segunda mitad de siglo. Trabaja con los fantasmas de la cultura nacional y plantea su propia “nación intelectual” otorgando un gran peso a la experiencia cultural y a la memoria literaria, al mismo tiempo que a una política de género. Apariciones, uno de los libros más frecuentados por la crítica, la consagra como escritora erótica, en contraste con su imagen académica (1). Su elaboración refiere a una generación que empezó a escribir a finales de los años 50 donde encontramos nombres como Sergio Pitol, Salvador Elizondo, Inés Arredondo, de alguna manera también Carlos Fuentes (2).