Por Begoña Siles Ojeda
De alguna manera se podría decir que "El segundo sexo" de Simone de Beauvoir es un libro "no-pensado". No pensado premeditada ni precipitadamente. Este ensayo que vio la luz hace cincuenta años, exactamente el 24 de mayo de 1949, se gestó cuando Simone de Beauvoir estaba decidida a escribir su autobiografía. Hablar de sí misma supuso para esta autora plantearse una cuestión previa: ¿qué había supuesto para ella el hecho de ser mujer?
"Tal pregunta - pensaba- no me ha ocasionado problemas, nunca me he sentido inferior por ser mujer; la feminidad no ha sido una traba para mí." "Sin embargo - le hizo notar Sartre- no has sido educada de la misma manera que un chico. Convendría que reflexionases sobre ello." (1)
Sin poder elidir esa pregunta, Simone de Beauvoir se desvió de su idea de contar un relato sobre ella misma, para adentrarse en la reflexión sobre LA MUJER y LA FEMINIDAD.
Así pues, a causa de esa pregunta imprevista y azarosa que se interpuso entre el proyecto previsto, la autobiografía, y el "ser pensado" de Simone de Beauvoir, surgió uno de los textos más subversivos escritos en esta segunda mitad del siglo XX: "El segundo sexo".
La duda que incita a iniciar el recorrido de la reflexión ya estaba planteada. "¿La mujer?" es la interrogación con la que se inicia la primera parte, "Destino", del primer tomo titulado "Los hechos y los mitos"; el segundo tomo, "La experiencia vivida", comienza con la frase más emblemática y transgresora de esta obra, "no se nace mujer: se llega a serlo". Y dando sentido a estas dos citas, aquí descontextualizadas, todo un ensayo acerca de ese "segundo sexo" llamado MUJER - tal y como la denomina el discurso patriarcal-.
Simone de Beauvoir analiza la condición de la mujer en las sociedades occidentales desde la perspectiva de la filosofía existencialista. De este modo, en la primera parte de su ensayo, "Los hechos y los mitos" , investiga cómo y por qué los fundamentos de la biología, el psicoanálisis, el materialismo histórico y la mitología han configurado a la mujer a través de sus discursos como el "Otro". Una categoría, la de la alteridad, que aparece como un a priori de la especie humana: "la categoría de otro es tan originaria como la conciencia misma" (2). Para esta autora, siguiendo los pasos establecidos por Lévi-Strauss en Las estructuras elementales del parentesco, todos los discursos generados por las sociedades se han estructurado bajo los parámetros de dualidad y alteridad: lo Mismo y lo Otro. Pero De Beauvoir observa que en toda estructura dual los términos que la componen mantienen una relación de reciprocidad y relatividad entre ellos, menos en el caso del hombre y la mujer. Hecho éste que le lleva a preguntarse: "¿Cómo es posible entonces que entre los sexos esta reciprocidad no se haya planteado, que uno de los términos se haya afirmado como el único esencial, negando toda relatividad con respecto a su correlato, definiéndolo como la alteridad pura? ¿Por qué las mujeres no cuestionan la soberanía masculina? Ningún sujeto se enuncia, de entrada y espontáneamente, como inesencial; lo otro, al definirse como Otro, no define lo Uno: pasa a ser lo Otro, cuando lo Uno se posiciona como Uno. Sin embargo, cuando no se opera esta inversión de Otro en Uno, será porque existe un sometimiento a este punto de vista ajeno. ¿De dónde viene en la mujer esta sumisión?".(3)
Por lo tanto, esta carencia de reciprocidad sólo se puede contestar si se piensa las relaciones entre hombre/mujer como simétricas a las de amo/esclavo de la dialéctica hegeliana de la autoconciencia. En esta dialéctica la conciencia masculina es independiente porque asume el papel de lo esencial, mientras la conciencia femenina es dependiente porque encuentra su razón de ser en la conciencia libre del hombre.
De este modo, se configura a la mujer en la categoría del "otro", como no-sujeto, objeto intrascendente opuesto al hombre que se constituye como el sujeto trascendente.
Si en el primer tomo Simone de Beauvoir desconstruye los grandes discursos occidentales para analizar qué es la mujer, en el segundo tomo, "La experiencia vivida", hace una reconstrucción de cómo viven las mujeres su condición - de oprimidas-.
"La experiencia vivida" se elabora con diferentes materiales de mujeres, tales como diarios, testimonios directos, historiales clínicos... Y con todo ello, Simone De Beauvior reconstruye la "experiencia vivida" de las mujeres.
Para recrear la realidad concreta de las mujeres, en esta segunda parte de su obra, la autora analiza cómo se ha estructurado social y culturalmente la situación de opresión que viven las mujeres reales y concretas de la sociedad. Un trayecto que atraviesa varios entramados: uno de ellos denominado "Formación" , en el cual trata el estudio de la infancia, la adolescencia, la juventud y la iniciación sexual; el segundo llamado "Situación" donde se analizan varios aspectos de la figura adulta femenina, como la mujer casada, la madre, la vida social, la prostitución, la madurez y la vejez.
Y para finalizar indica las diferentes vías que tienen las mujeres para salir de esta situación de alienación. Así pues, por una parte, expone los modos a través de los cuales se tipifica a la mujer dentro de los estereotipos de narcisista, mística y/o enamorada. Formas, todas ellas, consideradas por esta autora como "salidas ilegítimas", al no afirmar a la mujer como un sujeto trascendente. Y, por otra, en la cuarta y última parte de su obra, titulada "Hacia la liberación", especifica las dos únicas "salidas" consideradas válidas. Una salida basada fundamentalmente en la independencia económica como condición de posibilidad de toda independencia legal, social, cultural. Y una segunda salida que debe ir unida a la lucha colectiva, es decir, el grupo de mujeres ha de tomar conciencia de su opresión como única posibilidad para la emancipación individual.
Probablemente, "El segundo sexo" es la obra sobre la condición de la mujer que más impacto ha tenido en esta segunda mitad del siglo XX. Y, además, el ensayo que más ha influido tanto a mujeres individuales, generación tras generación desde su publicación hace ahora cincuenta años, como a la reactivación y al auge de la segunda ola del movimiento feminista, el neo-feminismo, surgido a finales de los años sesenta y principios de los setenta.
Simone de Beauvoir creó, más allá de su intención consciente y su condición feminista -en 1970 fue cuando declaró: "Soy feminista"-, uno de los libros más transgresores con respecto al pensamiento patriarcal y occidental de este siglo. "El segundo sexo" al recorrer diferentes metarrelatos patriarcales -el científico, en sus vertientes médica, biológica y psicoanalítica; el filosófico, en autores como Hegel, Kant y Heiddegger; el histórico, en su corriente materialista, y, por último, el mitológico- desconstruye una de las normas sobre la que se asientan los discursos de dichos relatos: la construcción de la mujer y de lo femenino como el "otro" (objeto, naturaleza, sede de la sexualidad), y, por tanto, como esencia eterna. Esta obra transgrede dicha norma para proclamar en una frase el fundamento de la transgresión: "No se nace mujer: se llega a serlo". Con esta frase negó la existencia de un destino biológico para la mujer. "Ser mujer no es esencia ni destino" es, ante todo, una construcción cultural, histórica y social.
No cabe duda, cincuenta años después de su publicación "El segundo sexo" mantiene su fuerza: todas las cuestiones planteadas por Simone de Beauvoir siguen vigentes, aunque con otros tintes, dentro del debate del movimiento feminista.
Porque el movimiento feminista sigue demandando que la mujer acceda a la condición de sujeto. Una condición negada por el sistema patriarcal al construir a la mujer dentro de sus discursos como el "Otro". ("Ahora bien, lo que define de forma singular la situación de la mujer es que, siendo como todo ser humano una libertad autónoma, se descubre y se elige en un mundo en el que los hombres le imponen que se asuma como Alteridad; se pretende petrificarla como objeto, condenarla a la inmanencia, ya que su trascendencia será permanentemente trascendida por otra conciencia esencial y soberana")(4).
Sólo sintiendo y viendo a la mujer como el "otro" se puede entender la anulación tanto a nivel de palabra como a nivel corporal en el que viven la mayoría de las mujeres de todo el mundo. Son muchos los hechos que hablan de este silencio al que es reducido el discurso de las mujeres. Hechos tales como: la violencia física y psíquica que queda materializada en las violaciones, en los malos tratos, y el acoso sexual; o también, la "agresión quirúrgica" de la ablación a la que están sometidas muchas niñas africanas con el consentimiento de las mujeres adultas (sus madres, sus abuelas...), las cuales siguen consensuando este rito simbólico de su cultura; o, cómo no, la invisibilidad cubierta bajo los chador de las mujeres árabes, las cuales a través de las finísimas rejillas ven cómo son anuladas por gobiernos conservadores y dictatoriales subyugados por un fundamentalismo mulsulmán, o viceversa; o, la explotación laboral a la que está sometido el grupo de mujeres (entre otros) de los países llamados del "tercer mundo". Una realidad que no podemos obviar al estar diariamente reflejándose en los Medios de Comunicación.
Y a pesar de este panorama, teñido de un color negro, no nos podemos olvidar que los derechos por la igualdad conseguidos por la mujer desde el pasado fin de siglo hasta los últimos años del presente han sido sorprendentes. Además, el acontecimiento principal de los últimos cincuenta años ha sido la visibilidad de las mujeres en el espacio público.
No obstante, conviene evitar la autocomplacencia y el estancamiento, sobre todo cuando se advierten síntomas de regresión. Una regresión que se trasluce en el sistema socio-político de los estados occidentales. Estos son algunos ejemplos de la situación actual: por una parte, unos programas políticos, los de los gobiernos occidentales, cada vez más conservadores, y que se materializan en la privatización de instituciones públicas como hospitales, centros de enseñanza..., instituciones inherentes al sistema de bienestar social; por otra, una tasa de paro muy alta que afecta principalmente a la población activa femenina; la proclamación de unos discursos a favor de la maternidad, debido a la baja tasa de natalidad, que recorre occidente sin que los gobiernos estén planteándose una reforma a todos los niveles para que la maternidad no sea una carga "suplementaria", como son las labores del hogar, tal y como decía Simone de Beauvoir. Y, claro está, que esta corriente reaccionaria del sistema sociopolítico en occidente a quien más afecta es a las mujeres.
Por eso, el movimiento feminista todavía tiene mucho que decir, a pesar de estar en estos momentos en un estado de silencio, si lo comparamos con la fuerza y la creatividad de los años setenta. Sí, el movimiento feminista actual parece estar sumergido en un silencio, al estar interiorizado por las políticas democráticas de los países occidentales: se ha transformado en la actualidad en un conjunto de políticas de gestión a través de los institutos de mujeres, está instalado académicamente, muchas feministas están dentro de los partidos políticos, algunos de ellos de ideología reaccionaria, y las asociaciones feministas están sumidas en un silencio disgregador.
Aún así, la incorporación de las mujeres al trabajo y a la vida pública es un hecho fehaciente. La idea de Simone de Beauvoir que la liberación de la mujer sólo se conseguiría a través de la independencia económica parece que se ha realizado, por lo menos entre las mujeres blancas de los países occidentales.
Pero, sin quitar importancia a la presencia de las mujeres en los espacios públicos y a su "casi total" inserción laboral, esencial para la igualdad, lo más importante para las mujeres en el fin de siglo y en la época que se avecina es algo más amplio. Su voz en los espacios públicos no sólo debe ser generalizada y activa, sino que debe ser una voz que esté cuestionando y subvirtiendo los sistemas de poder, sus reglas, sus estrategias, sus jerarquías. Del mismo modo que decía Simone de Beauvoir "( ...) no habría que creer que la mera yuxtaposición del derecho a votar y de una profesión sea una liberación perfecta: el trabajo en la actualidad no es libertad." (5)
En las sociedades, digamos avanzadas, donde las mujeres luchan por la paridad política, la igualdad laboral y el dominio del propio cuerpo, dichas mujeres, muchas de ellas asentadas en los puestos de decisión y de poder, deben rizar los parámetros de su lucha. Ante la constante crítica surgida en las sociedades occidentales contemporáneas acerca de que el espacio público se está atrofiando, erosionando, el movimiento de mujeres debe revitalizar y reconstruir ese espacio público a través de la constante subversión y cuestionamiento del modelo de poder que estructura los espacios sociales, políticos, laborales... actuales. Las mujeres blancas occidentales están en el espacio público, en el foro público, sus voces tienen posibilidades de ser escuchadas, ya no pueden seguir siendo víctimas del sistema capitalista patriarcal, sino que deben crear un discurso subversivo donde las normas de dicho sistema se vean y se oigan no como normales sino como anormales. El movimiento de mujeres debe plantear otras reglas de juego para la sociedad.
Una crítica y una subversión al sistema sociopolítico y laboral del modelo capitalista y democrático, no por el hecho innato y esencial de ser mujeres, como el feminismo de la diferencia y el posmodernismo piensan, sino por el hecho de ser sujetos, iguales, para pensar nuevos modelos de convivencia dentro del espacio público y privado.
Un pensamiento que surge, como todo pensamiento, desde la falta, en este caso desde una carencia discriminatoria que el capitalismo de consumo y de produccción está originando entre los denominados los "otros": mujeres, emigrantes, parados...
Y para ello la mujeres deben pactar entre ellas y con los hombres, en los foros actuales de los espacios públicos (sindicatos, asociaciones, medios de comunicación, partidos políticos...) y/o creando otros que puedan estar más acorde con la nueva actitud crítica.
Simone de Beauvoir decía en el suplemento literario Village Voice, en mayo, de 1984: "Desde mi punto de vista la tarea real del feminismo sólo puede ser la transformación de la sociedad a partir de la transformación del sitio de la mujer en ella".
Igual el llamado posfeminismo de final del milenio, en los países occidentales, debe reinterpretar la frase: "Desde mi punto de vista la tarea real del feminismo sólo puede ser la transformación de la sociedad a partir del pensamiento subversivo de la mujer con respecto a la estructura social, política, cultural y laboral generada por el sistema patriarcal de corte capitalista y democrático."
1.Simone de Beauvoir, El segundo sexo, Volumen I, Los hechos y los mitos, Madrid, Cátedra, Feminismos, 1999, pág.8.
La editorial Cátedra, Feminismos, ha reeditado este emblemático ensayo sobre la mujer, para conmemorar los cincuenta años de su publicación.
2. Ibid., pág.51.
3. Ibid., pág. 52.
4. Ibid., pág. 63.
5. Ibid., pág. 494.
En: Espéculo.