Por la Matria. Los caminos de la mujer

Lorena Méndez

Por Lilian Elphick

Parto de la matria y hacia la matria, una zona que la filósofa francesa Julia Kristeva “identifica con "otro espacio" que no tiene que ver con la tierra de nacimiento, ni con la legitimación de cualquier Estado, sino con un lugar interior en el que crear un "cuarto propio"[1]. Y empleo, también, una consigna, un lema, una bandera de lucha: Matria y vida. Venceremos, en oposición al Patria o Muerte. Venceremos, voz de rebeldía que aún resuena en nuestros oídos y que más de una vez gritamos, hombres y mujeres, en los años de la dictadura chilena.

Matria y vida quiere decir instalarse en un sitio diferente, establecer complicidades y visibilizaciones, reunirnos en la memoria, y comenzar a ser y a no ser el otro o la otredad, término que quizás fue descrito por primera vez por Simone de Beuvoir en El segundo sexo en 1949.

Matria y vida es la antítesis de la fuerza dominante de la cultura patriarcal unificada en la guerra, el sojuzgamiento, la desvaloración y la muerte. Cultura empoderada en la violencia y que niega el amor.

Humberto Maturana, en el Prefacio a El cáliz y la espada, de Riane Eisler[2], señala que: 

“Debido a su origen la historia de la humanidad antes del patriarcado no es una historia centrada en la competencia, la lucha o la agresión, sino en la solidaridad en la que la competencia, la lucha o la agresión, eran sólo episodios del convivir, no un modo de vida.” (Eisler: XVI)

Margarita Pisano, a su vez, indica:

“Los movimientos sociales han sido una de mis principales preocupaciones. Cómo rediseñarlos para sacarlos del espacio de marginalidad y colocarlos en un lugar exterior a la cultura vigente, para que reemplacen el pensamiento y producción cultural masculinista, desde donde se elabore y se ejercite la idea de un nuevo sistema civilizatorio.
(…)
Las mujeres podemos crear, a través de la concepción de un cuerpo cíclico, una lógica abierta, multidireccional, no jerarquizada respecto de la lógica de dominio y, por tanto, no excluyente, sino más bien con un poder que -aunque difícil de imaginar- esté desprovisto de dominio, me refiero al poder de la libertad, la creación, el pensamiento no subordinado. A pesar de que en esta cultura de dominio existen poderes con estas características, su lógica debe ser modificada, ya que es ésta la que los pervierte. Todo no, contiene un sí, como sostiene Camus, y esto alude a la capacidad humana pensante que puede recoger esta información y transformarla en cultura y civilización.” [3]

La perseverancia de las mujeres chilenas tiene larga data. Recordemos a Paula Jaraquemada, Javiera Carrera, Rosario Rosales y Luisa Recabarren que luchan por la Independencia en 1810; recordemos a Eloísa Díaz, primera mujer estudiante de medicina (1880) y primera doctora (1887); recordemos a Gabriela Mistral, primera mujer latinoamericana en obtener el Premio Nobel de Literatura en 1945, y que en 1906 escribió: “Instruir a la mujer es hacerla digna y levantarla. Abrirle un campo más vasto de porvenir, es arrancar a la degradación muchas de sus víctimas.”[4]

En 1935, se funda el MENCH. Leamos a Luis Vitale[5]:

“Se funda el 11 de mayo el MEMCH (Movimiento por Emancipación de la Mujer Chilena), paso decisivo en la formación de la conciencia de género. A través de su periódico “La Mujer Nueva” se criticó la discriminación de la mujer en el trabajo, promoviendo que las empleadas domésticas ingresaran a sus filas para contribuir a su organización sindical. Presentaron un proyecto de ley sobre desayuno escolar gratuito, criticando la explotación de los menores de edad. En 1936, el MEMCH planteó la “emancipación de la maternidad obligada”, pidiendo “el reconocimiento del aborto a fin de que pueda ser practicado científicamente”.

Antes de 1949 las mujeres chilenas no tenían derecho a voto. La articulación que se gesta antes de este año puede ser perfectamente designado como un movimiento social de mujeres por conseguir este derecho y otros. En 1934, se crea la Agrupación Nacional de Mujeres de Chile y Amanda Labarca publica el ensayo ¿A dónde va la mujer?

“El voto femenino es alcanzado en 1949 para las elecciones municipales y 1952 para la elección presidencial. El personaje más destacado del movimiento feminista chileno en ese momento fue Amanda Labarca Humberstone (1886-1975).” [6]

Sobresalen, además, María de la Cruz, primera senadora chilena, Elena Caffarenna y Flor Heredia que, en 1941, presentan un proyecto de ley a favor del voto femenino. [7]

Uno de los hechos más destacables en la historia de los movimientos sociales de mujeres en Chile es la creación del Movimiento por la emancipación de la mujer chilena, refundado en 1983, la importancia que le dio a la mujer el presidente Salvador Allende, entre los años 1970 y 1973. Se crean los “Los Comedores Populares (que) tendían a aliviar la pesada carga de las mujeres en el hogar. Otras medidas fueron: el medio litro de leche para mujeres embarazadas y lactantes; aumento del fuero maternal y obligación de las empresas, con más de 20 mujeres, a tener salas-cuna y jardines infantiles.” (Vitale. Ibíd.), y la inauguración de La Casa de la Mujer, La Morada, en 1983, “un lugar para recuperar lo invisible y negado, vivencias concretas de discriminación y oposición de las mujeres, el camino hacia la conciencia femenina, colectiva y política, hacia la libertad con cuerpo de mujer. (…) Lugar de aprendizaje, de activismo, de acción política, servicios, capacitación, formación, publicaciones, foros, eventos, campañas, encuentros,  actos culturales.”[8]

Con la irrupción de la dictadura militar, se forman movimientos relacionados a la respresión y violencia imperantes, como las Agrupaciones de Familiares de Víctimas de la Represión y algunos grupos de apoyo, como la Agrupación de Mujeres Democráticas y después el grupo Vamos Mujer.[9] Se crearon varias organizaciones de mujeres que reivindicaron por sobre todo el tema de los derechos humanos, muchas veces en búsqueda de familiares desaparecidos.
Ejemplos de éstas fueron Mujeres por la Vida, y Mujeres de Chile. [10]

En relación a la escritura de obras literarias en dictadura, cito a Diamela Eltit:

“Efectivamente, la situación impuesta por la dictadura chilena obligó a aquellos que teníamos una posición democrática y aún más, de izquierda, a una cuidadosa utilización del lenguaje. Como ciudadana habitante de esos años extraordinariamente difíciles pude presenciar cómo la instalación de la dictadura implicaba el radical retiro de una parte del lenguaje que aludía a los pasados léxicos políticos. Por otra parte, tanto la oralidad como la escritura se volvieron terrenos resbaladizos que fueron intervenidos por la autocensura, que es la peor forma de censura. Entonces los lenguajes se volvieron “peligrosos” porque podían “delatar”. Allí pude dimensionar el lenguaje como algo estratégico y crucial. Lo importante empezó a radicar más que en “lo dicho”, en lo “no dicho”, o bien en las zonas fluctuantes y ambiguas que permitían la censura y la autocensura. Una parte del poder pasó por el lenguaje. Sería largo detallar este proceso porque en realidad contaminó toda la vida cotidiana. Sin embargo quiero señalar que la experiencia de ser una mujer con estudios en letras me puso frente a una realidad ineludible: que el lenguaje no es inocente, es poroso, múltiple y constituye, en último término, una de las políticas más decisivas en términos de sobrevivencia y de exterminio.” [11]

Debo agregar las producciones de Pía Barros, Sonia González Valdenegro, Ana María del Río y otras narradoras que comienzan a publicar sus obras a mediados de los años 80 y que, definitivamente, utilizan ese tipo de lenguaje nombrado por Diamela Eltit como sobrevivencia, pero también como denuncia. Es imposible olvidar a las poetas Carmen Berenguer, Elvira Hernández, Marina Arrate, Verónica Zondec que, “por medio de su gesto escritural, trizan el carácter jerárquico-histórico de la cultura patriarcal, a través del (des)doblamiento de los pliegues del lenguaje.”[12]

Actualmente, he de resaltar un flujo que podría llegar a convertirse en movimiento social y que ha trascendido los límites geográficos de Chile. Se trata de las Antologías de microcuentos Basta! Cien mujeres contra la violencia de género y Basta! Cien hombres contra la violencia de género, publicadas por Asterión Ediciones, con Pía Barros a la cabeza, y sus pares Basta! Argentina y Basta! Perú. En la puerta del horno está Basta. + de cien cuentos contra el abuso infantil.

“…La violencia de género es transversal y no se produce más en un barrio que otro, aunque si haya mayor encubrimiento. La violencia contra la mujer es un hecho grave que está invisibilizado".[13]  

En suma, la Matria resiste y conversa, porque “conversar” es dar vuelta juntas/os, “es el entrelazamiento del lenguajear y el emocionar que ocurre en el vivir humano en el lenguaje”. (Maturana xi).

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Apuntes presentados a la mesa temática Mujer, movimientos sociales y poder, Primer Salón de Editoriales Caminando el Sur, Puerto Montt, Chile, 2012.


[2] Eisler, Riane. El cáliz y la espada. Santiago: Cuatro Vientos, 2000.
[3] Pisano, M. Otro Imaginario. Otra lógica: http://www.mpisano.cl/articulos/imaginario.htm
[4] Mistral, Gabriela.“La instrucción de la mujer”. En: La voz de Elqui, Vicuña, Chile, 1906
[5] Vitale, Luis. Cronología Comentada del Movimiento de Mujeres en Chile. En: http://mazinger.sisib.uchile.cl/repositorio/lb/filosofia_y_humanidades/vitale/obras/sys/fmu/e.pdf
[6] Participación política y paridad de género en Chile. En: http://www.bcn.cl/bibliodigital/pbcn/estudios/estudios_pdf_estudios/nro11-07.pdf
[7] Vitale, Luis. Cronología Comentada del Movimiento de Mujeres en Chile.
[8] Matus, Verónica. Escrituras de la diferencia sexual. Raquel Olea, Editora, 2000.
[10] Participación política y paridad de género en Chile.
[12] Fernanda Moraga, La bandera de Chile. (Des)pliegue y (Des)nudo de un cuerpo lengua(je). En: http://www.letras.s5.com/hernandez241203.htm