Por Alida Mayne-Nichools
K es un libro breve, pero no es fácil. Hay que estar concentrado para leerlo, aunque las hojas pasan rápido.
Lilian Elphick,
conocida por sus cuentos, explora en este volumen cómo es meterse en la
piel (o en la caparazón) de otra persona, quien es nada menos que Franz
Kafka, referido en casi todo el texto como solo K. A través de pequeñas
viñetas, anécdotas, conversaciones diálogos que parecen las direcciones
para pequeñas escenas, Elphick se va aproximando a distintos momentos
biográficos de Kafka, pero con sutileza, tratando de sugerir antes que
imponer. Así tenemos la presencia constante de fuego y llamaradas, que
nos hacen pensar en la petición de Kafka a su amigo Max Brod de que
quemara sus manuscritos (cosa que afortunadamente no hizo). También hay
premoniciones, Kafka teme por los papeles que la Gestapo pueda quitarle
(lo que por supuesto, no ocurrió en vida del escritor). Sus relaciones
amorosas, la difícil comunicación con el padre y la presencia de
Gregorio Samsa se van entretejiendo en cada uno de los pequeños relatos
que elabora Elphick.
Y ya que he mencionado a Gregorio Samsa, el protagonista de La metamorfosis es un motivo presente a lo largo de K,
la mayor parte de las veces como alter ego del escritor: o bien su
imagen en el espejo o bien su yo interior, como una metáfora de los
tormentos que podrían haber afectado a Kafka. Tal vez lo más complicado
–o que me deja en un punto de indecisión- es la apropiación de la voz de
Kafka, especialmente debido al contrapunto que se levanta entre los
textos escritos por Elphick y los continuos epígrafes que incluye,
muchos de los cuales corresponden a escritos de Kafka, especialmente sus
cartas.
El texto, sin embargo, supera al autor de El proceso
y las historias se lanzan en la búsqueda de precursores y
descendientes, estableciendo conexiones con personajes famosos –como el
Quijote y Bartleby- y con escritores famosos –como Borges y Monterroso-.
Podríamos decir que la misma autora se sitúa entre esas conexiones
hasta convertirse ella misma en personaje de su narración. Cuando ella
menciona que ha hecho en Praga el recorrido Kafka –del cual solo sabemos
que termina en la tumba del escritor-, podemos llegar a la conclusión
de que ella nos ha llevado también por un recorrido K, uno ciertamente
mucho más atrevido y ambicioso, aunque ejecutado con simpleza.
Los textos
de Elphick podrían considerarse microcuentos, pero el ritmo, la
musicalidad de gran parte de ellos, la manera en que están construidos,
me hizo sentir que estaba leyendo poesía y no prosa. Extrañamente, al
enfrentarlos como poesía me pareció menos relevante si Elphick había
logrado o no emular la voz de Kafka, porque los textos se volvían más
sutiles.
*
Elphick, Lilian. K. Santiago: Ceibo Ediciones, 2014.
En: Publimetro