El hambre que habla


Por Raquel Olea

Frente a La gran hablada, imposible no hacerse la pregunta , ¿cómo se lee -se releen- hoy, presentados en un solo volumen, tres libros que fueron escritos de a uno, en otros y distintos tiempos? ¿Qué otro texto construyen estos tres textos re-unidos?

Boby Sands desfallece en el muro se publica ahora, por primera vez, editado y editorializado, veinte años después, antes en 1983 circuló en un libro artesanal producido por la autora. Huellas de siglo (1986) fue publicado por Ediciones Manieristas que ya no existe. Los otros textos de Berenguer, A Media Asta (1988), Naciste Pintada (1999) han sido publicados por Editorial Cuarto Propio, tal como La Gran Hablada ahora. Sayal de Pieles (1993) es el único en otra editorial. Imposible no reconocer, a propósito de esta publicación, el proyecto editorial de Cuarto Propio como uno que desde sus inicios apostó por el riesgo de la escritura de mujeres y también por el riesgo de la literariedad y lo minoritario de la poesía, y el pensamiento, armando con esa producción un catálogo editorial de excelencia.

El gesto de publicar La Gran Hablada hace aparecer uno de los futuros posibles, esperados o desesperados, para textos entonces señalados por una emergencia intempestiva, una circulación restringida, una crítica indiferente y unos lectores/lectoras pocos, acotados y dispersos, en el descampado que era en ese entonces el campo cultural; habría que preguntarse, además, cuánto han cambiado las cosas. Si la dictadura culturalmente fue el mundo del espanto, la democracia no está siendo menos espantosa.

Escritos en dictadura, carga simbólica que estos textos acarrean, en un tiempo de emergencia de la mujer como sujeto desprovisto de instalación cultural pública, otras son hoy las condiciones de lectura de La Gran hablada, enunciado que irónicamente produce una resonancia monumental que nos es conocida en la poesía chilena como soporte de la firma de algun vate que una vez más se apropia de la lengua de la tribu. El libro sigue enfrentando un lugar difícil, el de la la poesía como texto más duramente situado en formas de interrogación al facilismo de la transparencia y la comunicabilidad sin espesor a que acostumbra el mercado y las proposiciones de las lenguas mediáticas; leer poesía como ejercicio que enfrenta al lector al placer de una cierta ilegibilidad, de lo oscuro de las figuraciones, es incompatible con los mandatos del éxito, de la venta rápida, pero además exige un sujeto lector más dispuesto y más expuesto a dejarse conducir por el lenguaje antes que por el significado, por el decir figurado, ambiguo, que se niega a sí mismo, que se soporta y se goza en ocultamientos, repeticiones, mentiras, obsesiones. Feliz ironía de Berenguer al nombrar como  Gran hablada los recursos literarios con que construye una poesía marcada por su referencia a una oralidad desmembrada, huidiza, vitalizada por el uso del fragmento y por el juego gozoso de decir por decir, de decir para no ser oída, de regocijarse en el puro ruido de los significantes; de recuperar el espacio de las hablas y relocalizar sujetos para otorgarles el status de lengua pública, de ocupar la polis con su carga simbólica, de venir de un afuera de cualquier bando u orden.

Imposible leer La Gran Hablada sin tener además como referencias la producción importante con que Berenguer ha ganado un lugar en la cultura chilena -y no menciono sus trabajos críticos-. Sayal de Pieles y Naciste pintada, sus últimos textos, consolidan su legitimidad como poeta que desde los ochenta, instala una firma que ha construido su particular circuito de circulación en la permanencia en una zona fronteriza que la desaloja del margen pero que, no por ello, la ha conducido al centro; Berenguer ha construido un lugar singular y propio de poeta nómade y recolectora que toma algo, sólo algo de la literatura, algo de la música popular y/o culta, mucho de la calle, y mucho de las experiencias de los sujetos de hablas descarriadas, bastardas; en esa zona sí, su poesía ocupa una centralidad. Berenguer se asoma, mironea y se va, quizás vuelva, o, siempre vuelve a los mismos amores, las hablas desgraciadas, desastradas por el desalmado paisaje de la cultura del consumo y del mercado que se expande y empuja los bordes cada vez más afuera. Su textualidad reclama insistentemente un derecho anárquico, independiente, un lugar otro al de las oficialidades, lugar que le permite desplazarse por la casa y por la calle, metáforas de lo cortado, de lo que quedó en otra parte, en esta democracia sin ciudadanía y sin deseo. Berenguer señorea en el paseo peatonal; no es casual que su último texto, Naciste Pintada, productivice la metáfora de las casas como lugar para pensar y situar una posible historia de la poesía chilena , una referencia a la historia de este país. Habitante del descentrado lugar que significa la Plaza Italia, Berenguer ha hecho de este límite urbano una intersección cultural, para mirar e incursionar lo público, la polis chilena; desde ahí callejea el centro, emprende su flaneo chileno, se asoma y se entra ; produce las hablas de su hablada, su perorata de "loca", de "expatriada", de "pordiosera"; de "Ñusta, de "Emperatriz", así lo enuncia en Huellas de siglo: "Viajamos por la entrepierna de la ciudad" (pp54).

En la actual situación de la poesía chilena la pregunta por el lugar que ocupa la firma de esta poeta que se sitúa como sujeto mujer, pero no escribe poesía femenina, que se desmarca de las tradiciones de los padres poderosos de las patrias poéticas o antipoéticas y mucho menos se acerca al cultismo de alguna nueva o novísima producción, su lectura resulta un ejercicio interesante para pensar en la producción literaria de la transición y proponer la mirada de esta escritura como cartografía de un flujo que circula fuera de los binarismos centro/periferia, culto/popular, masculino/femenino. Berenguer produce multiplicidad(es), corta ligamentos y busca insistente el decir de la irreductibilidad del significante que juega con la materialidad de la lengua, para con su chasqueo ocupar el espacio de la poesía chilena actual.

Más preguntas, a propósito de este libro: ¿qué pasó con los lugares que se enunciaban recién en los ochenta, como otredad, cuando emergieron estos textos y también otros de otros y otras poetas. ¿ Qué pasó con las mujeres, qué pasó con la calle, qué paso con la crítica, qué pasó con la poesía; qué está pasando más bien con todo eso que fue promesa de la democracia?, ¿cual es su futuro, cuál ha sido también su pasado? , ¿qué memoria de ese futuro se hace hoy enunciable? ....

La Gran Hablada sale a lo público en medio de una realidad editorial dominada por el poder de la transnacionalización, y por la saturada sobrevaloración de lo light, que rigen los intereses, que mueven las economías editoriales en la actualidad y a la que las políticas culturales no han sabido cómo responder; ¿qué futuro ahora, entonces ahora para este texto, memoria y por qué no ruina de un proyecto social, el de la transición?

Leo Boby Sands desfallece en el muro, como resto que viene a publicarse después de la muerte del proyecto revolucionario que le da sentido al gesto del combatiente-poeta y huelguista, al sujeto rebelde que muere por (su) una causa , al sentido del hambre como llamada de atención a la decisión de politizar (espectacularizar) el proceso de desfallecimiento del cuerpo. Todavía en ese entonces vivíamos la utopía que a alguien le podía importar que otro muriera de hambre, pero el hambre sigue presente, el hambre reclamo y poder del sujeto minoritario.

Vuelvo a hacer la pregunta, ahora específica al texto de Bobby Sands que hoy, intempestivamente, propone una pregunta por el hambre, por el poder del hambre; ¿cómo leer hoy un texto que viene marcado por una referencialidad histórica acotada aún por el poder de la huelga como ejercicio de un derecho hoy devaluado por la negociación y el consenso?

La huelga desaparecida. El texto escribe su poder -también el del hambre- desplegado en 1981 por el combatiente del ejército rebelde irlandés Bobby Sands. Soledad Bianchi en el epílogo del libro señala que ya en ese entonces el poema rompía con " las imposiciones y normas, tal vez tácitas, más bastante acatadas, de aquella poesía política"; la frase por cierto refiere a la política del texto, al lugar de la escritura, único lugar posible para leer el poema que el sujeto imaginado por Berenguer hubiera deseado escribir, y al no poder hacerlo, delega, " alguien podría escribir un poema/(...)/ yo podría , pero ¿Cómo terminarlo?"

Tres palabras organizan una lectura que re-hila los sentidos de este texto permanente, la espera, el vacío, el hambre. Boby Sands es la escritura política al mandato de un cuerpo que espera ante el vacío del hambre, vacío de escritura, ante la palabra del hambre. El texto construye la palabra de la espera que no calla, " estoy esperando la alondra" comienza el poema,la alondra, ave que trae mañana tiene, desde Shakespeare su lugar en la tradición como anuncio, como alerta, como suspensión (los amores clandestinos de Romeo y Julieta esperaban el canto de la alondra para suspender su cita) . Otra espera cierra el texto "Mañana es el undécimo día y hay un largo camino por recorrer" , al concluir el ciclo el hablante enuncia su testamento poético -político , "Alguién podría escribir un poema". Espera del poeta situado ante (el vacío de) la muerte , " el humor vítreo / llena las cuencas vacías " el poeta delega, pasa el lugar vacío de palabra para que sea llenado con el habla que dé sentido a su gesto, a su gesta del hambre . Berenguer construye la voz de Boby Sands, poeta del hambre, metáfora del poder de un cuerpo que no calla, "abre sus fauces para que calle". La poeta no calla el hambre, por el contrario la hace objeto y sentido de una textualidad que, desde las calles , desde la celda , desde el cuerpo fragilizado constituye el sujeto de esta poesía que habla por el cuerpo del hambre y cobra su vigencia política en la construcción de la escritura de un cuerpo que habla el poder del hambre. Lo enuncia el día undécimo ,"Vacío en la lengua seca/ habla porque es lo único/digna lengua" . Boby Sands se yergue como sujeto soberano que en el derecho de la huelga suspende su civilidad, construye su soberanía en la hablada de un cuerpo soberano que en el "absoluto rigor del hambre", deja leer el poema escrito en 1983. La escritura Berenguer cumple el imposible del poeta "Alguién podría escribir un poema de las tribulaciones del hambre".

Berenguer le toma la palabra, la hace parte de la política escritural que despliega su Gran Hablada...

Berenguer, Carmen
La Gran Hablada
Santiago Ed. Cuarto Propio.2002.
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